VALÈNCIA, 4 Ago. (EUROPA PRESS) –
El docente de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), Joaquín Mateu, perteneciente a la red de educación superior Planeta Formación y Universidades, ha alertado de que la soledad en las personas mayores “puede intensificarse durante el verano”, un periodo en el que ven cómo sus rutinas “se alteran” por el cierre temporal de programas sociales, la interrupción de actividades comunitarias y la ausencia de familiares que se encuentran de vacaciones.
Mateu ha explicado que la soledad “no siempre significa estar sin compañía, también puede traducirse en sentir desconexión del mundo y de quienes nos rodean” y ha destacado cómo este fenómeno, “especialmente” cuando es no deseado, “tiene consecuencias directas sobre la salud mental, física y la calidad de vida de quienes lo padecen”, según ha informado la institución académica en un comunicado.
“La soledad no deseada no depende de la cantidad de personas a nuestro alrededor, sino de la percepción de que los lazos que nos unen a los demás se han roto. Es una vivencia subjetiva que, cuando se impone, puede ser profundamente dolorosa y perjudicial”, ha incidido, al tiempo que ha agregado que, “aunque en algunos momentos la soledad puede ser buscada como una vía de introspección, su impacto cambia cuando va en contra del deseo de conexión”.
“Lo que para muchas personas es un tiempo de ocio y descanso, para otras puede convertirse en una etapa especialmente difícil, marcada por el silencio y el contraste con una narrativa social que asocia el verano al disfrute compartido”, ha expuesto el experto.
A esto se suman factores estructurales como la transformación del modelo familiar, el ritmo acelerado de vida o la urbanización creciente, que han provocado un distanciamiento intergeneracional “cada vez más acusado”.
Mateu también ha señalado la “importancia” de distinguir entre aislamiento social –una condición objetiva relacionada con la falta de vínculos– y la soledad no deseada, que responde a una percepción íntima de desconexión.
Entre los factores que incrementan el riesgo de sufrirla se encuentran la jubilación, la pérdida de seres queridos, la dificultad para manejar nuevas tecnologías, el estigma hacia la vejez y la presencia de trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad.
“NO NORMALIZAR EL DETERIORO EMOCIONAL”
“No debemos normalizar afirmaciones como ‘a su edad es normal que esté triste’. El deterioro emocional no es una consecuencia inevitable de envejecer, y asumirlo como tal impide su abordaje a tiempo”, ha resaltado.
El experto ha ejemplificado que las señales de alerta pueden aparecer en forma de apatía, irritabilidad, abandono de hobbies, pérdida del interés por socializar o cambios en el sueño y la higiene personal. También pueden surgir discursos reiterativos sobre el pasado o quejas sobre la falta de contacto, junto con una tendencia a evitar cualquier situación que implique distanciamiento físico.
El impacto de la soledad no deseada “va más allá del plano emocional”, ha advertido Mateu, quien ha aseverado que “la evidencia científica ha demostrado su influencia sobre el estado físico”, ya que se ha demostrado que puede agravar enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes tipo 2 o las dolencias cardiovasculares, o incluso debilitar el sistema inmune. “Hay estudios que equiparan su efecto sobre la salud con el del tabaquismo o la obesidad. Es un factor de riesgo que, a menudo, pasa desapercibido”, ha subrayado.
MEDIDAS DE PREVENCIÓN
Ante este escenario, Mateu ha llamado a la necesidad de implementar medidas de prevención. Entre las estrategias “más eficaces” se encuentran los programas intergeneracionales –que permiten “romper estereotipos y construir puentes entre jóvenes y mayores”— y los clubes para mayores. Por otro lado, el voluntariado ofrece también un espacio para “recuperar el sentido de utilidad y pertenencia, y puede actuar como un antídoto ante el vacío emocional que a veces deja la jubilación”.
La tecnología también puede desempeñar un “papel relevante” en la prevención de la soledad “si se utiliza como un complemento y no sustituto del contacto humano”, ha apuntado. “Aplicaciones de mensajería, redes sociales o dispositivos de telemedicina permiten mantener el vínculo con el entorno y acceder a recursos, pero es fundamental reducir la brecha digital que impide a muchas personas mayores beneficiarse de estas herramientas”, ha indicado.
No obstante, el entorno “más inmediato” a estas personas, la familia, es “clave” para evitar esta situación. “No se trata solo de estar presentes, sino de hacerlo desde la consciencia, reconociendo su valor, promoviendo su autonomía y su propósito dentro del sistema familiar”, ha concluido Mateu.
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