MADRID, 20 Jul. (EDIZIONES) –

   Con la llegada del verano y con el aumento del tiempo que pasamos en piscinas, muchos comienzan a notar escozor, lagrimeo, o enrojecimiento ocular tras el baño. Aunque solemos culpar al cloro, lo cierto es que hay otros factores que provocan el temido “ojo rojo de piscina”.

   La doctora Ana Isabel Palacios, oftalmóloga del Hospital 12 de Octubre de Madrid, explica en esta entrevista con Europa Press Salud Infosalus por qué ocurre, cuándo debemos preocuparnos de verdad, y qué medidas sencillas pueden ayudarnos a prevenir infecciones oculares potencialmente graves. ¿Debemos consultarlo con un especialista?

    “Suele ser una simple conjuntivitis irritativa aguda, que se manifiesta como enrojecimiento ocular, escozor, y lagrimeo. Debido a los productos de desinfección usados en las piscinas, más la pérdida de nuestra propia lágrima, por efecto lavado, que nos protege de irritaciones y de infecciones”, describe esta especialista.

   Además, sostiene que este enrojecimiento en el ojo se produce, principalmente, por el efecto del cloro que se emplea para desinfectar las piscinas, que al tomar contacto con materia orgánica, se forman cloraminas (sustancias químicas que surgen de la reacción entre el cloro y el amoniaco procedente del sudor o de la orina de los nadadores) y otros derivados oxidantes, que inducen daño en la barrera epitelial de la conjuntiva y de la córnea.

¿CUÁNDO DEBEMOS CONSULTAR CON UN EXPERTO?

   En este contexto, la oftalmóloga del Hospital 12 de Octubre de Madrid apunta que lo normal es que este fenómeno del ojo rojo de piscina sea pasajero y sólo molesto. “Con un lavado tras salir de la piscina, y la aplicación de alguna lágrima artificial varias veces, se recupere en 1-2 días. Además, hay que evitar frotarse, pues uno mismo puede causarse más lesiones”, advierte.

   Eso sí, la doctora Ana Isabel Palacios subraya que debemos preocuparnos si se diera el caso de que surge un dolor intenso, así como secreciones mucopurulentas (legañas), o bien una pérdida de visión, y por los que habría que consultar con un especialista.

   “Hay que tener en cuenta que la superficie ocular (formada por conjuntiva y córnea) está cubierta por lágrima, la cual tiene componentes antimicrobianos e hidratantes/lubricantes y, por lo tanto, protege al epitelio de infecciones y de daños físicos”, resalta.

   De hecho, recuerda esta experta que la conjuntiva es nuestra mucosa más expuesta, y encargada sobre todo de producir el componente que mantiene adherida la película lagrimal a la superficie, que es la mucina. “Si se elimina la lágrima y se daña el epitelio estamos expuestos a procesos infecciosos e irritativos”, avisa.

   Así, indica que las infecciones pueden ser desde conjuntivitis bacterianas a abscesos corneales, que pueden comprometer la visión de forma definitiva. Por eso, tal y como prosigue algunas de sus posibles complicaciones serían, “procesos intermedios como conjuntivitis víricas de recuperación más lenta, queratitis (desepitelizaciones superficiales), que además de dolorosas provocan visión borrosa, hasta infecciones corneales por hongos y parásitos de evolución más tórpida con muy posibles secuelas”.

   En este sentido, resalta Palacios que las personas más propensas son las que tienen algún elemento de posible irritación continuada sobre la superficie ocular, como usuarios de lentes de contacto, tratamientos crónicos hipotensores oculares, o con el síndrome de ojo seco.

   “Remarcar que no deben usarse lentes de contacto en la piscina, incluso en las cloradas. El agua de la piscina puede contener microorganismos patógenos que se adhieren a las lentes de contacto, independientemente del material, y provocar infecciones que amenazan gravemente a la visión. Una de las infecciones más temidas es la provocada por el parásito acantamoeba, a veces de difícil diagnóstico y tratamiento”, asevera esta oftalmólogad del Hospital 12 de Octubre.

MEDIDAS PARA EVITAR EL OJO ROJO DE PISCINA

   Con todo ello, esta oftalmóloga aconseja para evitar el fenómeno del ojo rojo de piscina el uso de las gafas de natación, dado que disminuye la irritación por cloro y las infecciones, tal y como indica, si bien advierte de que estos dispositivos no eliminan el riesgo totalmente. “Lavarse la cara y las pestañas con agua corriente, e incluso la superficie ocular con suero fisiológico tras la exposición es otra de las medidas que pueden ser útiles en este sentido”, considera la experta.

   Igualmente, habla de no frotarse los ojos y de hidratarse con lágrimas artificiales. “Si hay un dolor intenso, secreciones, o pérdida de visión, se debe acudir a Urgencias para instaurar un tratamiento con antiinflamatorios, antimicrobianos tópicos, e incluso relajantes de la acomodación para evitar el dolor. Actualmente no se dispensan medicamentos sin receta médica, por lo que el abuso y mal uso de antibióticos y de los antiinflamatorios es muy raro”, concluye.

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